miércoles, 25 de junio de 2014

Poder y violencia en "La paz perpetua" II

Ya en una entrada anterior comentamos por encima las circunstancias violentas que envolvían la creación de la obra y cómo se manifestaba de múltiples modos desde el comienzo mismo de la obra.


A lo largo de toda la obra, los rasgos que comentamos en la otra entrada se mantienen, como la violencia verbal e incluso la física. Pero además vemos una más clara manifestación del poder y de la presión que ejerce.

ODÍN: "Mucho músculo, pero tiene menos calle que Venecia."
JOHN-JOHN: ¿Que tengo menos calle que Venecia, eso dice el muy cabrón? ¿Qué quiere decir con eso?
ODÍN: Venecia. Esa ciudad sin calles, toda agua.
JOHN-JOHN: En el colegio no dábamos geografía. Será hijodeputa... Pero ¿qué quiere decir con eso?
ODÍN: Que eres un primavera. Un panoli. Eso va diciendo de ti.
JOHN-JOHN: Hijodelagranputa...
ODÍN: Ese tipo es una hiena. ¿Sabes por qué te ha dicho lo de las cámaras? Quiere privarte de tu mayor virtud: el instinto. Sabe que está perdido si te dejas guiar por tu instinto. ¿Qué te pide tu instinto?
JOHN-JOHN: Matarlo
ODÍN: Quiero verlo a tus pies, con el cuello partido, desangrándose.

Aunque ya vimos como dos de los protagonistas presionaban al más débil físicamente, Enmanuel, aquí veremos la presión que ejercen los poderes gubernamentales y bajo qué principios.

Tras pasar las tres pruebas, y sin que hayan llegado los jefes a una decisión final sobre el elegido, llegan a la última y decisiva prueba: una serie de preguntas que les hace Casisus sobre sus principios.

Aquí es la parte que nos induce más a una profunda reflexión sobre nuestros principios y sobre los principios de la sociedad.

Odín es una especie de mercenario, no tiene principios ni valores, se vende al que mejor le pague y no se mete en discusiones morales.

John-John no se mete tampoco pero porque intelectualmente no puede. Es poco más que un botarate aborregado que sólo sabe hacer lo que le dicen, sin plantearse siquiera si está bien o mal.

Sin embargo, Enmanuel sí que se plantea la moralidad de lo que se le ordena y esto le lleva a la muerte. Prefiere morir defendiendo lo que cree que es justo antes que sobrevivir o vivir bien manteniéndose en una especie de estado de ataraxia e indiferencia.

Ahora cabe preguntarnos qué habríamos hecho nosotros en una situación similar, y entonces es cuando entra en juego la profundidad y el verdadero significado del discurso del Humano.

ENMANUEL: Usted lo ha dicho: si tocamos a ese hombre, justificaremos su tenebrosa visión del mundo. Usted lo ha dicho: ¿en qué nos distinguiremos de él, si despreciamos la ley? Si ese hombre no tiene derechos, también los suyos están en peligro. 
[...]
HUMANO: ¿Qué derechos habría sin nosotros?, ¿qué democracia? [...] El parlamento no conoce nuestro presupuesto, ni nuestra plantilla, ni nuestra agenda, pero cada día salvamos la democracia. ¿La ley? Amamos tanto la ley que, aunque quizá ese hombre quiera destruirla, lo tratamos conforme a la ley. Siempre que ello sea compatible con nuestra primera misión, que es precisamente defender la lay. Y es que, para salvar la ley, quizá sea excepcionalmente necesario suspenderla.  [...] ¿Valores? La vida, ¿no le parece un importante valor? Los derechos de ese hombre, ¿son más valiosos que el derecho a la vida de un inocente? Pero ¿y si el fuese inocente? [...] ¿No es una apuesta demasiado alta, poner vidas en peligro solo porque ese hombre quizá no sea culpable? [...] En su lugar ellos no vacilarían. [...] Mañana, cuando el peligro pase, nos juzgarán escandalizados los mismos hipócritas que hoy cierran los ojos. Nosotros no buscamos excusas, y aceptaremos el castigo que los fariseos nos impongan. Haremos lo que haya que hacer, aunque nos escupan y nos condenen.  [...] La humanidad está en peligro, no nos abandonen. Estamos luchando contra animales.
ENMANUEL: Vencerán si nos hacen actuar como animales. [...] Déjeme hablar con ese hombre. Encontraré las palabras.
HUMANO: Hay vidas en juego. ¿Cuántas está dispuesto a sacrificar a sus palabras? [...]
Hace una señal a John-John y a Odín, que van hacia la puerta B. Pero Enmanuel les cierra el paso, protegiendo la puerta. John-John y Odín amenanzan a Enmanuel, que no cede. John-John y Odín atacan a Enmanuel. Enmanuel muere.


Nos obsesiona nuestra seguridad y la de nuestros seres queridos, ciertos actos nos parecen inmorales, pero muchas veces no nos importa actuar en contra de nuestra propia moralidad para defendernos y vulnerar los derechos de otras personas. ¿Hasta qué punto es eso aceptable?

Además, desde las esferas de poder se toman medidas que muchas veces nos harían llevarnos las manos a la cabeza; sin embargo, puede que sea gracias a esa medidas por lo que podemos vivir con la seguridad que hoy tenemos. ¿Acaso no agradecemos el no vivir sin miedo constante como se vive en otros países?

Son demasiadas las preguntas que se podrían plantear, y si nos ponemos en “conspiranoicos”* y pensamos en las medidas que toman los gobiernos y que no salen en los telediarios y cuyas asignaciones presupuestarias no son reflejadas para mantener su anonimato, como se da el caso en el libro, son más las posibilidades que se abren delante de nosotros.

Un ejercicio del poder más allá del poder establecido, aunque sea por una buena causa. Vulneración de las leyes y los derechos de los ciudadanos según decidan unos pocos. ¿Acaso no puede esto dar tanto miedo y ser tan peligroso en cierto modos como la amenaza manifiesta de atentado? ¿Y si llegase un momento en que somos nosotros los sospechosos?

Pongámonos en el caso, no en el del ciudadano que quiere que su gobierno le de seguridad, sino en el lugar del sospechoso. Pensemos en que nosotros, los acusados, somos en realidad inocentes pero vulneran nuestros derechos como seres humanos para asegurar la paz y la tranquilidad de otros.

No hay una respuesta para todas estas cuestiones, las preguntas se quedan en el aire y en nosotros. Precisamente eso es lo que quiere Mayorga con esta obra. Plantear cosas para que el espectador piense y llegue a sus propias conclusiones.

Lo que sí queda claro es el reflejo de la violencia tanto a pequeña escala, entre individuos iguales, como la presión que ejercen las figuras de poder sobre nosotros y cómo, el enfrentarnos y oponernos a ellas puede llevarnos incluso a la muerte, en tanto que solo nos verían como un obstáculo para sus objetivos.

Y si la obra nos lleva a plantearnos tantas cosas es que verdaderamente nos hemos sentido identificados con los personajes, lo que, teniendo en cuenta cómo son, no puede decirse que diga mucho en nuestro favor como personas.
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* Término de acuño muy reciente, sobre todo en foros de Internet. Conspiración+Paranoico. Se usa para referirse a aquellas personas paranoicas con tendencia a pensar que hay una conspiración detrás de casi todo lo que sucede, ya sea por parte de los gobiernos de distintos países o bien de organizaciones privadas muy poderosas y que controlan todo, incluido a la población.


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Poder y violencia en "Los niños perdidos" II

En el post anterior ya nos acercamos brevemente al contexto en que se inscribe la obra y a las primeras manifestaciones de violencia que se dan en ella. Ahora continuaremos con el mismo tema y veremos con se mantiene y desarrolla a lo largo de la historia.

Dijimos ya que el poder que ejercía la violencia iba desde Franco hasta Sor, y esto se hace manifiesto cuando ella dice.

SOR: [...] Bendito, bendito tracoma, porque ahora tengo dos padres y dos madres: Dios y la Santísima Virgen y el Caudillo y Pilar Primo de Rivera.

Esto es muy representativo también de los valores del Régimen y de lo unido que está a la fe católica. Las órdenes religiosas se encargaban de transmitir los valores del franquismo y de educar a los niños en la nueva ideología dominante. Vemos así pues la unión de dos grandes poderes: la Iglesia y el Estado, reprimiendo y sometiendo a los más débiles. Se puede ver también este adoctrinamiento dentro de la obra:

LÁZARO: ¡A callarse! Silencio, que vamos a empezar:
[...]
LÁZARO: (Con voz de niña dulcísima) Hola, niños.
TODOS: ¡Hola!
LÁZARO: ¿Quién sois?
TODOS: ¡La Organización Juvenil!
LÁZARO: ¿Qué queréis?
TODOS: ¡La España, una, grande y libre!
LÁZARO: ¿Qué os sostiene?
TODOS: ¡La sangre de nuestros caídos!
LÁZARO: ¿Quién os guía?
TODOS: ¡El Caudillo!
LÁZARO: ¿Qué os mueve?
TODOS: ¡El recuerdo de José Antonio!
LÁZARO: ¿Cuál es vuestra disciplina?
TODOS: ¡La Falange!
LÁZARO: ¿Cuál es vuestra consigna?
TODOS: ¡Por el Imperio hacia Dios!
LÁZARO: ¿Cuál es vuestro grito?
TODOS: ¡Arriba España! ¡Viva España! ¡Viva Franco! ¡Bien! ¡Bien!



En el mismo parlamento de Sor, que aún está muy al comienzo de la obra, captamos también uno de los mensajes fundamentales que nos transmite la autora.

Sor, que es un personaje negativo en la obra (es la única figura adulta que aparece en la obra, además representa el poder en todos sus aspectos y trata a los niños de forma déspota, autoritaria y tiránica) habla sobre olvidar. (Olvidar, olvidar, olvidar, olvidar... Y se acabó...). Es precisamente lo que no quiere la autora, que se olvide lo que aconteció durante esos años, porque con el olvido no se acaba el asunto, tan solo queda latente y somos susceptibles de volver a tropezar con la misma piedra si no recordamos, aprendemos y mantenemos los valores aprendidos.

Continuando con el tema que nos ocupa, otra forma en que están ejerciendo violencia sobre los niños es negándole la comunicación y el contacto con sus padres y otros familiares que les quedan vivos ya que vemos como los niños recrean un momento en que reciben paquetes pero no se los dan por haberse portado mal.

LÁZARO: [...] (Saca un paquetito) Aquí hay una cartita, ¿para quién sera?, ¿para quién será?
TODOS: ¡Para mi! ¡Para mi!
LÁZARO: Es para... para... para... Jesús Sánchez Algodonal
CUCA: ¡Soy yo! ¡Soy yo!
LÁZARO: Uy, qué gorda... seguro que trae tebeos y de todo.
CUCA: ¡Seguro que trae el de Pulgarcito.
LÁZARO: ¿Y a ti te gusta mucho?
CUCA: Lo que más, lo que más. Y seguro que viene carta de mis tios, que son muy buenos.
LÁZARO: Seguro, ¡qué bien! Pero como te has portado mal y estás castigado... tendrás que esperar a la próxima. (Rompe el paquete.) ¡Oh! ¡Qué lástima, que son tebeos y viene carta de tus tios! ¡Qué pena, con la ilusión que te hacía!
TODOS: ¡Mala! ¡Bruja! ¡Mala!

La violencia de la guerra, más allá de la que sufren los niños dentro del orfanato, también tiene su reflejo en la historia, aunque no de forma explícita en la escena, porque no vemos la guerra ni los bombardeos ni los heridos; pero sí que podemos escuchar los bombardeos de los aviones y las voces de la gente ayudando a los heridos así como en los relatos de los niños sobre sus experiencias de la guerra antes de entrar en el orfanato, como la de Cuca cuando estaba en el tren e incluso tenía que estar allí encerrado con cadáveres, ganado y las deposiciones de los que viajaban con él en el vagón.

Todo esto continúa a lo largo de la obra y poco a poco vamos descubiendo también que todo lo que vemos es mentira. Lo primero, que sospechamos desde el principio, es que Tuso es Sor y cambia de personalidad a cada rato, como un juego.



A medida que avanza la historia descubrimos que los niños son fantasmas, fantasmas del pasado de Tuso, que, como se ve en escena, es un adulto ya. Está recordando su experiencia en el orfanato y recreando los días vividos allí. Sus compañeros han muerto de diferentes maneras y se quedó solo, durante todos esos años de soledad no ha podido olvidar lo que pasó, quizá por miedo a la propia soledad, y solo le queda recordar.

El recuerdo de esos duros años ha estado martirizando a Tuso, que no ha podido seguir adelante con normalidad (dentro de lo que le permite su retraso). Esto nos lleva al mensaje final de la obra: los años de la Guerra y las posguerra han creado un daño y han tenido unas consecuencias que no podemos olvidar tan facilmente y dejar pasar como si nada, los cuatro niños se merecerían que se mantuviese el recuerdo para, de ese modo, honrar su memoria

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Poder y violencia en "Los niños perdidos" I

Los niños perdidos es una obra escrita por Laila Ripoll en 2005 y su argumento está muy relacionado con la realidad que se vivía en España en esos años.

Era un momento en el que la Ley de Memoria Histórica empezaba a forjarse, si bien no políticamente, sí en la conciencia de los ciudadanos, que empezaban a reclamar el "reconocimiento de los derechos de las personas que sufrieron las consecuencias más negativas"*

La sociedad reclamaba una recuperación y un esclarecimiento de los acontecimientos que tuvieron lugar durante estos años con el fin, no solo de honrar a todos los que sufrieron, sino también de dar ciertos valores a las generaciones más jóvenes y a las futuras.

Cobran para la autora especial protagonismo los niños, las figuras más débiles y que más sufrieron en el contexto de la Guerra Civil y la posguerra, quizá también porque es un tema que no le tocaba muy de lejos, por su condición de nieta de exiliados del franquismo y se sentía especialmente comprometida con esta causa.

El final de la obra revela un mensaje muy potente: el abrir la puerta al recuerdo para deshacerse de los fantasmas del pasado. La autora nos dice que no tiene sentido negar lo que sucedió en tanto que es un episodio de nuestras vidas y de nuestra historia como españoles.

Los niños nos hacen revivir su experiencia y, a través de ella, nos revelan una parte de la historia de España que, hasta hace relativamente poco, nos era desconocida.



Pasando al tema que nos ocupa, el de la violencia y el poder. Queda claro que son las figuras de poder reconocidas las que ejercen toda la violencia sobre los débiles, en este caso los niños.

Diciendo "figuras de poder reconocidas" me quiero referir a que no hay un intento de imposición entre iguales, como por ejemplo sucede en La paz perpetua, donde dos de los protagonistas, estando en igualdad de condiciones, tienen una actitud violenta en contra del tercero cuando su estatus dentro de la historia es exactamente el mismo.

Bien es cierto que entre los chicos también hay cierta actitud de competencia además de rencillas y peleas, pero es mucho más comprensible que haya peleas entre niños y tiene un significado mucho menos profundo. Además, el modo en el que están viviendo les hace sacar cierto instinto de supervivencia y ser egoístas.

LÁZARO: Oye, ¿no habría que dejarle algo al Cucachica?
MARQUÉS: Que hubiera estado aquí.
LÁZARO: Hay que dejarle algo.
MARQUÉS: Que hubiera estao donde debe.
[...]
LÁZARO: ¡Cuca! ¡Cucachica!
MARQUÉS: No le llames, déjale, que espabile el meón ese.
LÁZARO: ¡Cucachica! ¿Dónde te has metido?
MARQUÉS: No le llames que si aparece vamos a tocar a menos.
LÁZARO: ¡Como sigas comiendo te parto las patas!

Estas figuras de poder que ejercen la violencia dentro de la obra pueden considerarse desde Franco y sus seguidores, causantes primeros de la situación que tienen que vivir estos niños, hasta la Sor y la dirección del orfanato, por las condiciones en las que mantienen a los protagonistas y el trato que les dan.

SOR: [...] Marranos. El pan por los suelos. Salvajes, que estáis sin civilizar. [...] ¿Qué creéis? ¿Que como tenéis rabo no os voy a encontrar? ¡Hijos del demonio! ¡Anticristos! Esperad, esperad a que os encuentre y veréis lo que es bueno. ¡Desgraciados! ¡Zape! ¡Zape, asquerosos! ¡Zape! [...] Ya saldréis, ya. Ya veréis cuando tengáis hambre. De momento os vais a quedar aquí, encerrados y sin comer ni beber hasta que a mi me de la gana. Y la leche me la llevo. (Tantea, pero está desorientada y no encuentra el plato). Bueno, pues no me la llevo, así que aprovechadla porque no vais a tener otra cosa para comer hasta que las ranas críen pelo. A ver si así aprendéis. ¡Hijos de Satanás! ¡Cabrones!

La situación extrema en que viven los protagonistas ya se presenta desde el comienzo de la obra. En las acotaciones se nos informa de que están en el desván de un orfanato, encerrados, tienen que hacer sus necesidades por la ventana y están hacinados y malviviendo entre un montón de trastos viejos e inútiles.

Los ruidos hacen que Lázaro, a sabiendas ya de lo que venía, se esconda. Y no sin razón, pues quien entra es Sor, la monja que debe cuidarlos y traerles la comida pero que en realidad les trae una basura insuficiente para alimentarse y que incluso podemos entender que les sienta mal con cierta frecuencia.

LÁZARO: (Siempre con la boca llena) Está asqueroso.
MARQUÉS: (Igual) Sí.
LÁZARO: Dan ganas de vomitar.
MARQUÉS: Y de hacer caca.



Hasta aquí una primera aproximación al tema de la violencia en esta obra, que continuaremos tratando en el siguiente post.
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*Cita tomada de la introducción Francisca Vilches de Frutos a la edición de la obra en KRK ediciones. RIPOLL, Laila: Los niños perdidos. Introd. Francisca Vilches de Frutos, Oviedo, KRK ediciones, 2010. Pág. 13

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Los símbolos en "Bodas de sangre"

En este post vamos a analizar algunos de los símbolos más importantes de la obra lorquiana centrándonos en Bodas de Sangre, si bien éstos son estrechamente compartidos con Yerma y La casa de Bernarda Alba.

El que quizá sea el más popularizado de todos ellos y el más generalizado dentro de la obra de Lorca es el símbolo de LA LUNA.



Tradicionalmente representa es la femineidad, lo femenino en términos generales, la mujer; funcionando como un contrapunto del significado del sol. Como todo lo femenino, es creadora y receptora de la vida y imagen también de la fecundación y la fertilidad, no sólo de la mujer sino también de la tierra.


Sin embargo, la luna, junto con la plata (por la similitud de su color), va a ser, en toda la obra de Lorca, anunciadora de la tragedia. No es la muerte en sí, sino su mensajera. Siempre que la luna es mencionada sabemos que algo violento va a suceder, incluso derramamiento de sangre, como en la conversación de los tres leñadores del acto tercero, anticipando el destino fatal que espera al Novio y a Leonardo.

Leñador 3.º Los buscan y los matarán
Leñador 1.º Pero ya habrán mezclado sus sangres y serán como dos cántaros vacíos, como dos arroyos secos.
Leñador 2.º Hay muchas nubes y será fácil que la luna no salga.
Leñador 3.º El novio los encontrará con luna o sin luna. Yo lo vi salir. Como una estrella furiosa. La cara color ceniza. Expresaba el sino de su casta.

 Esta imagen cruel de la luna crece cuando la vemos personalizada en Bodas de sangre, canta llena de sed de sangre, pide víctimas, sacrificios, quizá por envidia de los hombres ya que ella está "sola y triste en el cielo"*:

 Luna.

Cisne redondo en el río,
ojo de las catedrales,
alba fingida en hojas
soy; ¡no podrán escaparse!
¿Quién se oculta? ¿Quién solloza
por la maleza del valle?
La luna deja un cuchillo
abandonado en el aire,
que siendo acecho de plomo
quiere ser dolor de sangre.
¡Dejadme entrar! ¡Vengo helada
por paredes y cristales!
¡Abrid tejados y pechos
donde pueda calentarme!
¡Tengo frío! Mis cenizas
de soñolientos metales,
buscan la cresta del fuego
por los montes y las calles.
Pero me lleva la nieve
sobre su espada de jaspe,
y me anega, dura y fría,
el agua de los estanques.
Pues esta noche tendrán
mis mejillas roja sangre,
y los juncos agrupados
en los anchos pies del aire.
¡No haya sombra ni emboscada,
que no puedan escaparse!
¡Que quiero entrar en un pecho
para poder calentarme!
¡Un corazón para mi!
¡Caliente, que se derrame
por los montes de mi pecho;
dejadme entrar, ¡ay, dejadme!

(A las ramas)

No quiero sombras. Mis rayos
han de entrar en todas partes,
y haya en los troncos oscuros
un rumor de claridades,
para que esta noche tengan
mis mejillas dulce sangre,
y los juncos agrupados
en los anchos pies del aire.
¿Quien se oculta? ¡Afuera digo!
¡No! ¡No podrán escaparse!
Yo haré lucir al caballo
una fiebre de diamante.

 A continuación pasamos al símbolo del AGUA, que se presenta de muchas formas en la literatura de Lorca, en Bodas de sangre concretamente, destaca su aspecto purificador y de limpieza.

Padre. No será ella. Quizá se haya tirado al aljibe
Madre. Al agua se tiran las honradas, las limpias; ¡ésa, no! [...]

También el agua tiene un significado relacionado con el paso del tiempo, y dejarla correr representa dejar correr las cosas, que el tiempo borre y haga olvidar. Cuando es negra, sucia, tiene connotaciones negativas, es agua estancada, envenenada, que lleva a la muerte. Figuradamente, según dice Pilar Díez en el artículo abajo indicado, el odio es lo que envenena el agua, que no la deja correr, es decir, que no permite que la gente olvide el pasado y este dolor queda estancado en sus corazones, envenenándolos y llevándolos a un destino fatal.

Otro símbolo muy destacado en Lorca es el CABALLO, representa la potencia masculina, la virilidad y la sexualidad en el hombre. En esta obra está claramente unido al personaje de Leonardo. De una forma más general, el caballo también representa la pasión sin control que conduce a un destino fatal, en otras palabras, el instinto y la muerte.


El último símbolo analizado en este post es el CUCHILLO. Como la navaja, simboliza la muerte y el dolor. Desde el mismo principio de la obra queda claro:

Novio. Déjelo. Comeré uvas. Deme la navaja.
Madre. ¿Para qué?
Novio. (riendo) Para cortarlas.
Madre. (entre dientes y buscándola) La navaja, la navaja... Malditas sean todas y el bribón que las inventó.

Otros de los símbolos destacados en la obra de Federico García Lorca que puede que anlicemos con más profundidad en futuras entradas son: las flores, como el jazmín o el clavel, la oscuridad, los colores, el fuego, el sol, la sangre y otros animales, a parte del caballo.


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* Artículo de Pilar Díez, en el enlace superior.

Poder y violencia en "La paz perpetua" I

Juan Mayorga, autor de esta obra teatral, escribió La paz perpetua por encargo de Gerardo Vera, tal y como podemos leer en el prólogo de Manuel Barrera Benítez a la edición del texto publicada en KRK*.


Vera quería que escribiera sobre el terrorismo, estando inmersos en una realidad social en la que los actos terroristas eran tema diario y con el atentado del 11-M muy reciente en la vida de los españoles, entre otros muchos sucesos, tanto nacionales como internacionales, relacionados, no sólo con el terrorismo, sino también con la tortura tanto física como psicológica.

Así pues, desde antes de que esta obra fuese escrita, estaba ya inmersa en un contexto de suma violencia social.

Violencia hay ya antes de comenzar a leer la obra debido al hecho de que los protagonistas son perros, perros humanizados, seres humanos representados como animales y con los que el espectador o lector puede sentirse fácilmente identificado. Esta animalización del ser humano tiene como función, entre otras, hacer visible la degradación del hombre y de a qué nivel de degradación ha llegado nuestra sociedad.

Otro ejemplo de la representación y el significado que se le da al ser humano en la obra, más allá de la personificación del perro,  es el comentario de CASIUS cuando se presenta a los tres protagonistas.

CASIUS: ¿Han hecho un buen viaje, caballeros? ¿Están cómodos? Si necesitan algo, solo tienen que pedírselo a él. (Señala al HUMANO). Él está aquí para servirles.

Nos reconocemos en el perro, con las connotaciones negativas que esto conlleva y, tristemente, también reconocemos como propias las "contradicciones filosóficas, políticas y teatrales" (p. 20).

Yéndonos al argumento, el de esta obra no tiene como objetivo dar lecciones morales o decirle al espectador cómo o qué debe pensar, sino llevar a la reflexión poniendo "al terrorismo como la mayor amenaza para preservar los valores del sistema democrático. (p.17)

Así, concluimos que la violencia es la semilla de la que crece esta obra. No solo está presente dentro del argumento como elemento usado por el autor para crear el conflicto, sino que es la esencia misma de la historia, estando presente en torno a la obra antes mismo de su existencia.



Vayamos ahora a analizar esta violencia más cerca del texto literario y cómo se explicita lo que se ha comentado anteriormente.

Desde el mismo comienzo de la obra vemos ya una situación un poco violenta para los personajes, que se despiertan en un sitio desconocido, sin saber como han llegado allí ni quienes son los otros dos. Las actitudes de ODÍN y de JOHN-JOHN no son nada amigables, están en un ambiente de competición y ellos son muy competitivos, además desconfían mucho el uno del otro. Como ejemplo, valga este fragmento:

ODÍN: No recuerdo haberte visto en el estadio, Enmanuel.
ENMANUEL: Eramos más de cien.
ODÍN: A la bella durmiente sí la recuerdo. Estaba en el grupo C. ¿Y tú?
ENMANUEL: En el F.
ODÍN: ¿En el F? ¿Estás seguro? No recuerdo ningún pastor alemán en el F.
ENMANUEL: No te fijarías bien.
ODÍN: ¿Qué tiempo hiciste en la carrera de obstáculos?
Música. ENMANUEL y ODÍN esperan que pase algo. No pasa nada.
ODÍN: Yo lo hice en siete y medio. ¿Qué tiempo marcaste tú?
 [...]
JOHN-JOHN: Cinco segundos cuarenta y ocho milésimas. Con viento en contra.
En sus auriculares escucha algo que no oímos. Marca su territorio.
JOHN-JOHN: ¿En serio necesitaste siete y medio? ¿Te hicieron correr con una pata atada al lomo?
La música cesa. Los tres esperan que pase algo. No pasa nada.
JOHN-JOHN: Mira donde pones la cola. ¿No ves las marcas?
ODÍN: ¿Te refieres a eso? ¿Cómo te atreves a poner marcas en mi zona?
Se tumba en la zona marcada por JOHN-JOHN.
JOHN-JOHN: Voy a contar hasta tres. Luego voy a limpiar mi zona. Voy a sacar de mi zona toda la basura que encuentre.
ODÍN tararea la música.
JOHN-JOHN: Uno. Dos. Tres.
Exhibe colmillos. ODÍN le enseña los suyos, esperándolo. [...]

La violencia también se manifiesta de forma muy explícita en el lenguaje usado, sobre todo en ciertos pasajes de la obra.

ODÍN:  [...] Que podría forrarse en esos concursos de belleza para maricones. Bueno, no se lo decimos así, pero hacemos que el engendro se retire y nos jugamos el collar blanco entre tú y yo, entre perros de verdad. ¿Qué me dices?
[...]
ODÍN: "Que gane el mejor. Si John-John es el mejor debe ganar él. Y si hay que chupársela a alguien, aquí está mi boquita." [...] Seños Casius, o quien cojones nos esté mirando: yo sé que usted aprecia la sinceridad. [...]

Además hay otra clase de violencia dada por el carácter de los protagonistas y un ejercicio del poder abusivo para el más débil de los tres, Enmanuel.

John-John es muy arrogante, se cree mejor al resto por ser de una casta superior y haber sido entrenado una academia muy cara, pero en cuanto Enmanuel hace muestra de un mínimo de inteligencia, John-John se pone a la defensiva, lo llama listillo y hace amago de atacarle.

Por otro lado, Odín hace también alarde de su chulería, pero una chulería de calle; su orgullo no tiene nada que ver con la casta ni con la educación, pero se sabe físicamente más fuerte que Enmanuele e intenta presionarle para eliminar a John-John de la competición, pensando en que luego ganaría él. Pero cuando Enmanuel rechaza su propuesta y decide que prefiere competir limpiamente, Odín reacciona metiéndose con él y desacreditándolo.

La obra da para mucho más; este post solo ha sido una pequeña aproximación al tema, centrándonos en términos generales y en el principio de la obra para ver en qué medida está presente la violencia desde las primeras palabras.

Continuaremos analizando el tema con un poco más de profundidad en el siguiente post.
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*MAYORGA, Juan: La paz perpetua. Pról. Manuel Barrera Benítez, KRK Ediciones, Oviedo, 2009

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Violencia y poder en "Bodas de sangre".

En Bodas de Sangre, como en la mayoría de obras de Federico García Lorca, encontramos numerosas manifestaciones de violencia, sobre todo de violencia ejercida por los personajes que ostentan el poder sobre los que son menos poderosos.

http://dondelaspalabrascreanhistorias.blogspot.com.es/2013/06/clasico-del-mes-bodas-de-sangre.html
Concretamente, Bodas de Sangre está llena de violencia desde el principio mismo de la obra, donde ya se menciona la navaja, uno de los símbolos lorquianos más recurrentes y que está íntimamente relacionado con la muerte.

El diálogo a lo largo de la obra está lleno de referencias que nos recuerdan a situaciones violentas y que nos va induciendo del mismo modo a la tragedia y el derramamiento de sangre que se darán en el final de la obra.

En muchas ocasiones, por ejemplo, se menciona la palabra "sangre" aunque no sea en un contexto explícitamente violento, pero ya se va creando en nuestra mente una imagen que, en un primer momento está a caballo entre la pasión y la muerte pero que, poco a poco, a medida que va avanzando la historia, se va tornando más fatal.

Me parece muy ilustrativo el momento en el que la MADRE habla de LEONARDO en los siguientes términos:

Madre: ¿Qué sangre va a tener? La de toda su familia. Mana de su bisabuelo, que empezó matando, y sigue en toda la mala ralea, manejadores de cuchillos y gente de falsa sonrisa.

En esta intervención se aúnan dos de los símbolos de Lorca más relacionados con la muerte: la sangre y el cuchillo; podríamos considerar que es desde este momento aproximandamente (segundo acto del cuadro segundo de la obra) cuando se empieza a vislumbrar de forma más clara el final trágico de la obra.

Por otra parte, la figura que ejerce un mayor poder dentro de la obra es el PADRE DE LA NOVIA, sobre la NOVIA, que le impide casarse con LEONARDO por considerarlo socialmente inferior a ellos. Además no tiene buena opinión del personaje, más allá de su condición social o de sus riquezas, como podemos ver en este momento:

Padre: ¿Somos los primeros?

Criada: No. Hace rato llegó Leonardo con su mujer. Corrieron como demonios. La mujer llegó muerta de miedo. Hicieron el camino como si hubieran venido a caballo.

Padre: Ese busca la desgracia. No tiene buena sangre.

LEONARDO ya está marcado por la desgracia desde mucho tiempo antes de que comience nuestra historia, recae sobre él la fuerza de un poder, el más grande que podemos ver en las obras de Lorca, el poder del destino, sobre todo cuando éste es fatal.

En las obras de Federico García Lorca, suele aparecer también como representación de esa fatalidad y compañera de la muerte la LUNA, que en este caso aparece incluso como dramatis persona y cuyo significado se comentó en un post anterior en el que hablamos de los símbolos lorquianos.




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domingo, 18 de mayo de 2014

El satanismo en "Don Álvaro o la fuerza del sino"

Don Álvaro o la fuerza del sino es una obra típica y claramente propia del Romanticismo. Este período cultural se desarrolló en España de forma un poco diferente al resto de Europa, sin embargo, sí que compartió muchos de los temas a través de los cuales se expresaba la visión del mundo que ellos tenían.

Uno de estos temas que sirven de expresión de sus sentimientos a los autores románticos es la religión, pero, además, aparece también una fuerte de corriente literaria donde se manifiesta una actitud de rebeldía ante Dios, esta corriente es precisamente la que conocemos bajo el nombre de satanismo.


¿Cómo se representa el satanismo en Don Álvaro o la fuerza del sino

Una de sus más altas representaciones es el suicio. En la última jornada de la obra, don Álvaro acaba suicidándose; es la única forma de evasión que le queda ante esa vida destinada a la desdicha por culpa del orgullo de la familia Vargas. La vida de don Álvaro está llena de adversidades que le impiden alcanzar la paz interior y la felicidad, se siente como el objeto de una broma macabra del destino; este sentimiento de que la vida se ríe de él de a forma más cruel llega a su momento culminante cuando se encuentra con Leonor tras tantos años creyéndola muerta y ella, al acercarse a su hermano moribundo, es asesinada. Don Álvaro no lo soporta más y decide suicidarse. Con el fin de su vida, también desea el fin del mundo. Acaba así la obra con esta imagen que roza lo apocalíptico.

Don Álvaro.- ¡Infierno, abre tu boca y trágame! ¡Húndase el cielo,  perezca la raza humana; exterminio, destrucción...!

Pero ya, desde mucho antes de la escena final de la obra, vemos alusiones a la temática satánica. En la escena tercera, cuando don Alfonso llega al convento peguntando por el padre Rafael y el Hermano Melitón le contesta que hay dos, que con cual de los dos quiere hablar, don Alfonso contesta directamente "El del infierno" y el hermano Melitón reconoce a quien se refiere.

Hermano Melitón (con miedo)

                        Al momento.
Padres Rafaeles... hay dos.
¿Con cuál queréis hablar vos?

Don Alfonso (muy enfadado)

Para mí, más que haya ciento.
El padre Rafael...

Hermano Melitón

                         ¿El gordo?
¿El natural del Porcuna?.
No os dirá cosa ninguna,
que es como una tapia sordo,
y desde el pasado invierno
en la cama está tullido;
noventa años ha cumplido.
El otro es...

Don Alfonso

                   El del infierno

Hermano Melitón

Pues ahora caigo en quién es:
El alto, adusto, moreno,
ojos vivos, rostro lleno...

Una vez don Álvaro y don Alfonso están reunidos en la celda del primero, se da una escena violenta en la que don Álvaro se deja llevar por la ira (pecado capital) al sentir herido su orgullo herido y contesta con soberbia (otro pecado capital) cuando le dice que es un mestizo. Todo esto, en tanto que sucede dentro de un edificio religioso, el convento, se convierte en un atributo más del satanismo. Se añade, del mismo modo, el hecho de que don Álvaro, en contra de lo que debería hacer un religioso, y cegado por su desmesurado orgullo, acepta finalmente el duelo.

Don Alfonso

           ¿Y no lo anubla
ningún cuartel de mulato?
¿De sangre mezclada, impura?

Don Álvaro (fuera de sí)

¡Vos mentís, mentís, infame!

Venga el acero, mi furia
(Toca el pomo de una de las espadas)
os arrancará la lengua
que mi clara estirpe insulta.
Vamos.

Y a continuación se hacen directas referencias al infierno en resto del diálogo.

Don Álvaro (reportándose)

               No..., no triunfa
tampoco con esta industria
de mi constancia el infierno.
Reiraos, señor.

Don Alfonso (furioso)

              ¿Te burlas
de mí, inicuo? Pues cobarde
combatir conmigo excusas,
no excusarás mi venganza.
Me basta la afrenta tuya.
Toma.
(Le da una bofetada)

Don Álvaro (Furioso y recobrando toda su energía)

           ¿Qué hiciste?... ¡Insensato!
Ya tu sentencia es segura:
Hora es de muerte, de muerte.
El infierno me confunda.

También en las siguientes escenas se hacen varias referencias directas al infierno, sobre todo en la escena octava, en el parlamento del Hemano Melitón. Se refiere a ambos caballero como seres del infierno, si ya había reconocido en la escena cuarta a don Álvaro/padre Rafael como un hombre del infierno, ahora dice:

También que era del infierno
dijo, para mi gobierno,
aquel nuevo personaje.

Y continúa unos versos más adelante, sin que los hombres lleguen a escucharle o sin que quieran hacerle caso (lo que se puede entender como un rechazo a Dios o a su palabra):

No lleguen al paredón,
miren que hay excomunión
que Dios le va a dar castigo.

Y de nuevo los identifica con demonios y hace además una curiosa referencia al olor que dejan, de azufre, que es a lo que, en la cultura popular, se dice que huele el infierno.




Avanzando en la jornada no paran de hacerse comentarios sobre el infierno y la condición demoníaca de los oponentes, algunas más sutiles y otras claras como:

Don Álvaro

Hombre, fantasma o demonio
que ha tomado humana carne
para hundirme en los infiernos,
para perderme..., ¿qué sabes?...

El momento álgido de la expresión satanista llega justo antes del duelo entre ambos, llegando a mencionar don Álvaro algo tan macabro como llegar a beberse la sangre de su enemigo caído.

Don Álvaro (Volviendo al furor.)

¿Eres monstruo del infierno,
prodigio de atrocidades?

Don Alfonso

Soy un hombre rencoroso
que tomar venganza sabe.
Y porque sea más completa,
te digo que no te jactes
de noble... Eres un mestizo,
fruto de traiciones...

Don Álvaro (En el extremo de de la desesperación).

                             Baste.
¡Muerte y exterminio! ¡Muerte
para los dos! Yo matarme
sabré, en teniendo en consuelo
de beber tu inicua sangre.

Estas palabras tan macabras junto con el acto final de don Álvaro de darse muerte tirándose de un risco al borde ya de la locura ponen el broche a la tragedia dejando al espectador con un sabor de boca agrio y un sentimiento de cierta desesperanza ante la vida, de desasosiego y turbación.

Ésto es parte de ese sentimiento romántico que se quería transmitir a través del satanismo y que tan magistralmente está plasmado en la jornada última de Don Álvaro o la fuerza del sino.


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