miércoles, 25 de junio de 2014

Poder y violencia en "Los niños perdidos" II

En el post anterior ya nos acercamos brevemente al contexto en que se inscribe la obra y a las primeras manifestaciones de violencia que se dan en ella. Ahora continuaremos con el mismo tema y veremos con se mantiene y desarrolla a lo largo de la historia.

Dijimos ya que el poder que ejercía la violencia iba desde Franco hasta Sor, y esto se hace manifiesto cuando ella dice.

SOR: [...] Bendito, bendito tracoma, porque ahora tengo dos padres y dos madres: Dios y la Santísima Virgen y el Caudillo y Pilar Primo de Rivera.

Esto es muy representativo también de los valores del Régimen y de lo unido que está a la fe católica. Las órdenes religiosas se encargaban de transmitir los valores del franquismo y de educar a los niños en la nueva ideología dominante. Vemos así pues la unión de dos grandes poderes: la Iglesia y el Estado, reprimiendo y sometiendo a los más débiles. Se puede ver también este adoctrinamiento dentro de la obra:

LÁZARO: ¡A callarse! Silencio, que vamos a empezar:
[...]
LÁZARO: (Con voz de niña dulcísima) Hola, niños.
TODOS: ¡Hola!
LÁZARO: ¿Quién sois?
TODOS: ¡La Organización Juvenil!
LÁZARO: ¿Qué queréis?
TODOS: ¡La España, una, grande y libre!
LÁZARO: ¿Qué os sostiene?
TODOS: ¡La sangre de nuestros caídos!
LÁZARO: ¿Quién os guía?
TODOS: ¡El Caudillo!
LÁZARO: ¿Qué os mueve?
TODOS: ¡El recuerdo de José Antonio!
LÁZARO: ¿Cuál es vuestra disciplina?
TODOS: ¡La Falange!
LÁZARO: ¿Cuál es vuestra consigna?
TODOS: ¡Por el Imperio hacia Dios!
LÁZARO: ¿Cuál es vuestro grito?
TODOS: ¡Arriba España! ¡Viva España! ¡Viva Franco! ¡Bien! ¡Bien!



En el mismo parlamento de Sor, que aún está muy al comienzo de la obra, captamos también uno de los mensajes fundamentales que nos transmite la autora.

Sor, que es un personaje negativo en la obra (es la única figura adulta que aparece en la obra, además representa el poder en todos sus aspectos y trata a los niños de forma déspota, autoritaria y tiránica) habla sobre olvidar. (Olvidar, olvidar, olvidar, olvidar... Y se acabó...). Es precisamente lo que no quiere la autora, que se olvide lo que aconteció durante esos años, porque con el olvido no se acaba el asunto, tan solo queda latente y somos susceptibles de volver a tropezar con la misma piedra si no recordamos, aprendemos y mantenemos los valores aprendidos.

Continuando con el tema que nos ocupa, otra forma en que están ejerciendo violencia sobre los niños es negándole la comunicación y el contacto con sus padres y otros familiares que les quedan vivos ya que vemos como los niños recrean un momento en que reciben paquetes pero no se los dan por haberse portado mal.

LÁZARO: [...] (Saca un paquetito) Aquí hay una cartita, ¿para quién sera?, ¿para quién será?
TODOS: ¡Para mi! ¡Para mi!
LÁZARO: Es para... para... para... Jesús Sánchez Algodonal
CUCA: ¡Soy yo! ¡Soy yo!
LÁZARO: Uy, qué gorda... seguro que trae tebeos y de todo.
CUCA: ¡Seguro que trae el de Pulgarcito.
LÁZARO: ¿Y a ti te gusta mucho?
CUCA: Lo que más, lo que más. Y seguro que viene carta de mis tios, que son muy buenos.
LÁZARO: Seguro, ¡qué bien! Pero como te has portado mal y estás castigado... tendrás que esperar a la próxima. (Rompe el paquete.) ¡Oh! ¡Qué lástima, que son tebeos y viene carta de tus tios! ¡Qué pena, con la ilusión que te hacía!
TODOS: ¡Mala! ¡Bruja! ¡Mala!

La violencia de la guerra, más allá de la que sufren los niños dentro del orfanato, también tiene su reflejo en la historia, aunque no de forma explícita en la escena, porque no vemos la guerra ni los bombardeos ni los heridos; pero sí que podemos escuchar los bombardeos de los aviones y las voces de la gente ayudando a los heridos así como en los relatos de los niños sobre sus experiencias de la guerra antes de entrar en el orfanato, como la de Cuca cuando estaba en el tren e incluso tenía que estar allí encerrado con cadáveres, ganado y las deposiciones de los que viajaban con él en el vagón.

Todo esto continúa a lo largo de la obra y poco a poco vamos descubiendo también que todo lo que vemos es mentira. Lo primero, que sospechamos desde el principio, es que Tuso es Sor y cambia de personalidad a cada rato, como un juego.



A medida que avanza la historia descubrimos que los niños son fantasmas, fantasmas del pasado de Tuso, que, como se ve en escena, es un adulto ya. Está recordando su experiencia en el orfanato y recreando los días vividos allí. Sus compañeros han muerto de diferentes maneras y se quedó solo, durante todos esos años de soledad no ha podido olvidar lo que pasó, quizá por miedo a la propia soledad, y solo le queda recordar.

El recuerdo de esos duros años ha estado martirizando a Tuso, que no ha podido seguir adelante con normalidad (dentro de lo que le permite su retraso). Esto nos lleva al mensaje final de la obra: los años de la Guerra y las posguerra han creado un daño y han tenido unas consecuencias que no podemos olvidar tan facilmente y dejar pasar como si nada, los cuatro niños se merecerían que se mantuviese el recuerdo para, de ese modo, honrar su memoria

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